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La migración y la violencia en Francia: una reflexión sobre los derechos humanos de las personas migrantes y refugiadas

¿Qué derechos crees que te corresponden como persona migrante o refugiada?

Esta  es una de las preguntas que nos deberíamos hacer ante la grave situación que viven millones de personas en el mundo que se ven obligadas a desplazarse por diversas causas. En este artículo vamos a analizar el caso de Francia, donde recientemente se ha desatado una ola de protestas tras la muerte de un joven a manos de la policía.

Francia vive una ola de violencia y protesta desde el pasado martes 28 de junio, cuando un joven de 17 años, Nahel M., murió tras recibir un disparo de un policía en Nanterre, un suburbio al oeste de París.

El hecho desató la indignación y la movilización de miles de personas, especialmente jóvenes, que denuncian el abuso policial y la discriminación que sufren en los barrios marginales del país.

Las redes sociales han estallado tendenciosamente contra los migrantes, haciendo sentir en una Europa bastante racista que los migrantes, o personas que no sean blancos de ojos azules son la causa de todos los males, y los gobiernos europeos que procuran buscar soluciones, se encuentran trancados en diatribas que implican sus derechos a no ser obligados a solidaridad forzada. Polonia y Hungría evitaron nuevos acuerdos sobre la distribución de los migrantes, Inglaterra sigue ufanada en expulsar los migrantes a Ruanda, Italia se opone a recibir más barcos con migrantes y Francia endureció todos los controles de entrada, además de limitar el acceso a la salud pública y gratuita a las personas migrantes.

La violencia en Francia amenaza en extenderse a otros países de Europa, y anqué el descontento social es generalizado nos hacen creer que es un asunto solo de migrantes, especialmente los que provienen de África o el Medio Oriente. Estas personas son las que más sufren la discriminación y la violencia de las autoridades y de algunos sectores de la sociedad francesa, que los ven como una amenaza o una carga. Los jóvenes en su relato son un grito de denuncia sobre las condiciones de vida precarias, la falta de acceso a derechos básicos como la educación, la salud o el trabajo, y el racismo institucional que impide su integración y su participación en la vida pública. El dolor y la frustración de las personas, que se sienten marginadas y excluidas de una sociedad que no las reconoce ni las respeta como seres humanos, pueden ser detonantes de muchas situaciones violentas en las sociedades.

 

Según Human Rights Watch, las autoridades francesas someten regularmente a las personas adultas y menores de edad que viven en los campamentos de migrantes alrededor de Calais a un trato degradante, también hay casos de discriminación y violencia contra las personas y las asociaciones musulmanas y de antisemitismo.

Como hemos visto, la migración es un fenómeno complejo y multidimensional que requiere de una respuesta integral y humanitaria por parte de los Estados y la sociedad. En América Latina y el Caribe, así como en América del Norte, los flujos migratorios han aumentado y se explican por diversos factores económicos, sociales, políticos y ambientales. Sin embargo, todos los movimientos a nivel mundial caracterizan por la irregularidad y la vulnerabilidad de las personas migrantes y refugiadas, que enfrentan múltiples violaciones de sus derechos humanos en sus países de origen, tránsito y destino.

No podemos ignorar ni criminalizar el sufrimiento y las necesidades de las personas migrantes y refugiadas, que buscan una vida mejor y que aportan a la diversidad y al desarrollo de los países que los acogen. Tampoco podemos tolerar ni justificar la violencia y la discriminación que sufren estas personas por parte de las autoridades y de algunos sectores de la sociedad, que los ven como una amenaza o una carga.

Es necesario que defendamos y promovamos el respeto a los derechos humanos de todas las personas, sin importar su origen, su cultura o su religión; es urgente que fomentemos el diálogo y la convivencia entre los diferentes grupos sociales, reconociendo su dignidad y su valor, es imprescindible que construyamos una sociedad más justa, solidaria e inclusiva, donde nadie se sienta excluido ni marginado.

Esa es la única forma de garantizar la paz y el bienestar para todas las personas de la sociedad.

José León Toro Mejías

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